RESUMEN “NUESTRA AMÉRICA”
Martí J.
Nuestra América. Revista ilustrada de Nueva York. Estados Unidos. 1891. Ppl 133-139
Cree el
aldeano vanidoso que el mundo entero es su aldea y en estos tiempos no son para acostarse con el pañuelo a la cabeza, sino con
las armas de almohada, ya que trincheras de ideas valen más que trincheras de
piedra.
No hay proa
que taje una nube de ideas. Los pueblos que no se conocen han de darse prisa para conocerse, como
quienes van a pelear juntos en las las
deudas del honor no las cobra el honrado en dinero, a tanto por la bofetada ya
que ya no podemos ser el pueblo de
hojas, que vive en el aire, con la copa cargada de flor, restallando o
zumbando, según la acaricie el capricho de la luz, o la tundan y talen las
tempestades; ¡los árboles se han de poner en fila, para que no pase el gigante
de las siete leguas!
Los que no
tienen fe en su tierra son hombres de siete meses. Porque les falta el valor a
ellos, se lo niegan a los demás y estos hijos de carpintero, que se avergüenzan
de que su padre sea carpintero! ¡Estos nacidos en América, que se avergüenzan,
porque llevan delantal indio, de la madre que los crió, y reniegan, ¡bribones!,
de la madre enferma, y la dejan sola en el lecho de las enfermedades! ¡Estos hijos de nuestra América, que
ha de salvarse con sus indios, y va de menos a más; estos desertores que piden
fusil en los ejércitos de la América del Norte, que ahoga en sangre a sus
indios, y va de más a menos! ¡Estos delicados, que son hombres y no quieren
hacer el trabajo de hombres!
El buen
gobernante en América no es el que sabe cómo se gobierna el alemán o el
francés, sino el que sabe con qué elementos está hecho su país, y cómo puede ir
guiándolos en junto, para llegar, por métodos e instituciones nacidas del país
mismo.
El hombre
natural es bueno, y acata y premia la inteligencia superior.
Si no hay
Universidad en América donde se enseñe lo rudimentario del arte del gobierno,
que es el análisis de los elementos peculiares de los pueblos de América? A
adivinar salen los jóvenes al mundo, con antiparras yanquis o francesas, y
aspiran a dirigir un pueblo que no conocen. La historia de América, de los
incas a acá, ha de enseñarse al dedillo, aunque no se enseñe la de los arcontes
de Grecia. Nuestra Grecia es preferible a la Grecia que no es nuestra. Nos es
más necesaria.
Con los pies
en el rosario, la cabeza blanca y el cuerpo pinto de indio y criollo, venimos,
denodados, al mundo de las naciones. Con el estandarte de la Virgen salimos a
la conquista de la libertad. Un cura, unos cuantos tenientes y una mujer alzan
en México la república en hombros de los indios.
Nuestra
América se está salvando de sus grandes yerros -de la soberbia de las ciudades
capitales, del triunfo ciego de los campesinos desdeñados, de la importación
excesiva de las ideas y fórmulas ajenas, del desdén inicuo e impolítico de la
raza aborigen- por la virtud superior, abonada con sangre necesaria, de la república
que lucha contra la colonia.
Pero “estos
países se salvarán”, como anunció Rivadavia el argentino, el que pecó de finura
en tiempos crudos; al machete no le va vaina de seda, ni en el país que se ganó
con lanzón se puede echar el lanzón atrás, porque se enoja, y se pone en la
puerta del Congreso de Iturbide “a que le hagan emperador al rubio”. Está naciendo a América, en estos
tiempos reales, el hombre real.
Los pueblos
han de vivir criticándose, porque la crítica es la salud; pero con un solo
pecho y una sola mente. ¡Bajarse hasta los infelices y alzarlos en los brazos!
¡Con el fuego del corazón deshelar la América coagulada! ¡Echar, bullendo y
rebotando por las venas, la sangre natural del país! En pie, con los ojos
alegres de los trabajadores, se saludan, de un pueblo a otro, los hombres
nuevos americanos. Surgen los estadistas naturales del estudio directo de la
Naturaleza. Leen para aplicar, pero no para copiar.
De todos sus
peligros se va salvando América. No hay odio de razas, porque no hay razas porque donde
resalta, en el amor victorioso y el apetito turbulento, la identidad universal
del hombre de ideas y de hábitos, de ensanche y adquisición, de vanidad y de
avaricia, que del estado latente de preocupaciones nacionales pudieran, en un
período de desorden interno o de precipitación del carácter acumulado del país,
la América trabajadora; del
Bravo a Magallanes, sentado en el lomo del cóndor, regó el Gran Zemí, por las
naciones románticas del continente y por las islas dolorosas del mar, la
semilla de la América nueva!
VALERIA YANZA
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